El costo de oportunidad de la burocracia memorizante

José H. Quintero Beltrán
2 min readNov 11, 2020

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En economía se nos acerca desde los primeros semestres al concepto de costo de oportunidad el cual sin duda es uno de los conceptos más útiles e intuitivos de nuestra rama de estudios. Básicamente lo que nos dice es que cuando preferimos cierta cosa esta decisión trae consigo el renunciar a una lista de n alternativas que ya no serán. Un ejemplo es cuando escogemos ver una película, esa decisión trae consigo de manera automática el renunciar ver en ese momento cualquier otra película, o incluso el invertir este tiempo mejor en escuchar música, comer un helado, caminar por el parque… nada de eso será en ese mismo momento, ya que solamente podemos hacer una cosa a la vez y por las razones que sean renunciamos a esta lista de alternativas.

Pues así como con las películas y los helados, el actual sistema educativo está encajonando a la comunidad de estudiantes a una serie de alternativas injustas en donde sobrevive quien dedica más esfuerzo a memorizar más de lo que dedica a aprender.

El semestre a distancia trajo a flote muchas deficiencias de nuestro ya de por sí roto esquema de enseñanza-aprendizaje. Desde maestras y maestros que desde la insensibilidad se rehusaron a videograbar sus clases (o quienes lo hicieron nada más por requisito administrativo, pero nunca quisieron compartir el repositorio de estos videos), hasta estudiantes que se dedicaron a hacer memes y burlas hacia docentes que se esforzaban día y noche por sacar de manera más amena este martirio llamado clases a distancia.

Quizá una de las malas aristas que ya estaba de por sí señalada que las circunstancias vinieron a agravar fue nuestro anticuado esquema de evaluación del “aprendizaje”, uno en donde lo que realmente se premia es la mal concebida capacidad de memorizar. Es mal concebida porque más que una capacidad cognitiva es la construcción de una serie de circunstancias que son muy desiguales entre la población estudiantil.

Habrá quienes tengan una habitación aislada de toda distracción, con internet de velocidad decente, un buen equipo informático, un espacio de trabajo con mesa y silla, estabilidad emocional y ninguna preocupación por el ingreso en el hogar para poder enfocar sus esfuerzos a los estudios, pero son una ínfima minoría y parece ser que ni profesores ni escuelas son capaces de reconocerlo (o al menos es más cómodo normalizarlo e ignorarlo).

Lo anterior es muy grave, ya que nos encontramos en una posición donde el aprendizaje está supeditado por la necesidad de sacar el número; los incentivos a aprehender lo que bien o mal se enseña son insignificantes cuando los contrastamos con la necesidad de cerrar un semestre con calificación aprobatoria, haiga sido como haiga sido.

Por un lado estudiantes mal memorizando porque la burocracia lo exige y por el mismo lado universidades forzando y aplaudiendo que se perpetúen esquemas poco empáticos de enseñanza también en aras de satisfacer los indicadores de siempre.

Tener una comunidad estudiantil interesada por aprender y desarrollarse en lo académico es el costo de oportunidad de la burocracia memorizante.

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